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Los alumnos de 2º ESO, inscritos para representar a nuestro Colegio en el concurso de relato corto de COCACOLA en su 60ª edición: Javier Velasco Pérez de la Blanca, Eva López Benítez, Ana Mota Rosa, Lucía García Godoy, Adela Redondo García, Eva Calvo Muñoz y Manuel Muñoz Almahano, por motivo del Día del Libro, siguen practicando en las elaboraciones de relatos cortos.
A continuación una muestra de su trabajo:
ALGO QUE NADIE ESPERABA.
Cuando quise darme cuenta, todo ya había empezado. No sé cómo, pero mis amigas y yo lo descubrimos. Bueno, antes de seguir definiendo mi inexplicable aventura, voy a contaros exactamente lo que ocurrió. Hace un par de días, estaba en el centro comercial con mis mejores amigas Sara y Natalia. Hasta ahí todo bien. Fuimos a tomar un helado y estuvimos comprando ropa en varias tiendas. Lo que ocurrió de repente nadie se lo esperaba. De repente un señor vestido de policía vino hacia nosotras y nos dijo que se había cometido un delito. Las tres nos quedamos boquiabiertas, ¡no habíamos hecho nada! Yo, con las manos en alto y con tono asustado, le dije: -Señor, debe de haber un error, ¡nosotras no hemos hecho nada! -¿Es alguna de vosotras Sara García Espinar? -Si, soy yo -dijo Sara asustadísima -Deben acompañarme. En ese momento pensé, ¿y si este señor no es policía de verdad? Pero la duda se me quitó al ver el coche que tenía con otro agente dentro a la salida del centro comercial. Las tres subimos al coche de policía y nos dirigimos a comisaría. Por el camino, preguntamos: -Disculpe, ¿podría decirnos el motivo por el que vamos a comisaría? -Sentimos darte esta noticia, Sara, pero resulta que ha habido un caso de asesinato en tu domicilio. -dijo el policía. -¡¿Cómo?! ¡¿Qué?! No puede ser… -dijo Sara sorprendida y triste al mismo tiempo. Natalia y yo la abrazamos sin decir una palabra que pudiera interrumpir sus sollozos. Pasaron unos minutos que parecían horas y por fin llegamos a comisaría. Allí estaba la familia de Sara, pero todos estaban bien. Sara corrió a abrazarles, y dijo: -No lo entiendo, ¡estáis todos bien! Pero… ¿de qué asesinato habla la policía? Nos explicaron los sucesos. Lo ocurrido fue que mientras el hermano de Sara estaba con sus amigos y sus padres estaban comiendo fuera, se encontró el cadáver de un hombre en el salón de la casa de Sara. Se demostró que ningún miembro de la familia de Sara era culpable, pero que debían trasladarse a otro lugar para vivir mientras se registraba la casa. Nos dieron algunos datos de la víctima. Al parecer, era un señor de mediana edad que residía en un barrio algo alejado llamado La Bombarda, había fallecido por un fuerte golpe en la nuca, podía haber sido estrangulado y su nombre era Eduardo Pérez. Al parecer, no podrían llevar a cabo la investigación hasta un mes después por unos
problemas de la organización policial, pero la casa deberá seguir cerrada hasta dar con el fin del caso. Pasó una media hora y los padres de Sara estaban rellenando datos y formularios con la policía. Mientras tanto yo le dije a mis amigas: -Increíble, un día cualquiera te dicen así de repente que ha habido un asesinato en tu casa, me gustaría saber cómo ocurrió el crimen y quién sería el asesino… Bueno, ¿cómo lo llevas Sara? -Sinceramente, no lo llevo nada mal. Cuando me dijeron que había habido un asesinato en mi casa ¡creí que había muerto alguien de mi familia! Ese fue el peor momento de mi vida, pero cuando ya vi que quien ha muerto ha sido un tal Eduardo Pérez, ya todo me da igual. Aunque sí que es cierto que sería interesante saber cómo ha sucedido el crimen… -dijo Sara más tranquila. -Eduardo Pérez… Eduardo Pérez… -se repetía Natalia pensando en voz baja. -¡Eduardo Pérez!¡De la Bombarda! ¡Claro! -Exclamó Natalia -¿Qué? -dijimos Sara y yo al unísono -¿Recordáis a mi amiga María? La que vive en la Bombarda. Sara y yo asentimos con la cabeza. -Bien, pues recuerdo que su madre trabaja con un tal Eduardo Pérez, porque hace un par de semanas estuve en su casa con ella y vino un Eduardo Pérez a trabajar con su madre. Yo hablé con él, y era muy majo. -¿Eres consciente de que no hay un único Eduardo Pérez en el mundo? Puede que este sea un Eduardo distinto y no el que tú conocías de la bombarda. -dijo Sara. -Ya pero vosotras mismas habéis dicho que sería increíble resolver el crimen, ¡pues pidamos información a mi amiga María! No perdemos nada. -dijo Natalia -Bueno, si tanta ilusión te hace… no perdemos nada. -dije yo. Así que Natalia cogió su teléfono y llamó a su amiga María. Mientras tanto, llegaron los padres de Sara con el permiso para volver a casa, bueno más bien para buscar una casa. Podrían pasar a recoger sus cosas a casa acompañados de un policía, y después se quedarían en casa de su abuela hasta nuevo aviso. Se fueron en un coche de policía, y Natalia y yo nos fuimos en autobús hacia casa. En el autobús, Natalia me contó algo que no me esperaba… ¡Era ese Eduardo Pérez! ¿Quién iba a creerlo? Justo mi amiga conocía al hombre asesinado en la casa de Sara. Al parecer la madre de María tenía mucho contacto con él y eran muy amigos. Obviamente ahora están destrozados por lo ocurrido, pero sospechan de alguien que pudo cometer el asesinato. La historia es brevemente así, Lidia, la esposa de Eduardo Pérez, era
novia de Iván. Iván era un loco que también vive en la ciudad y aunque siempre había tenido celos de Eduardo por salir con Lidia, su exnovia. Iván nunca había presentado ninguna agresión física a Eduardo, aunque le tuviera mucho odio, jamás le había tocado un pelo. La sospecha de María y de su madre era que Iván tenía un gran odio acumulado por Eduardo, y ha acabado ideando un plan para acabar con él. -Esto es increíble… Vamos a llamar a Sara y se lo contamos -le dije a mi amiga. Llamamos a Sara y le contamos toda la información que obtuvimos. Ella nos dijo que estaba recogiendo sus cosas en su habitación y que cuando bajara al salón intentaría echar un vistazo para ver cómo había quedado el lugar del crimen. Quedamos que al día siguiente nos veríamos en la cafetería de la esquina para tomar algo y charlar. Al día siguiente Natalia y yo nos llevamos una gran sorpresa… ¡Sara había encontrado un colgante! El colgante que trajo Sara estaba tirado en el suelo de su salón y pudo cogerlo rápidamente sin que el policía se diera cuenta. Seguramente pertenecía al asesino. Lo inspeccionamos y nos pusimos guantes para no dejar huellas en él. Pudimos observar que estaba hecho en un una joyería de la Bombarda, y preguntamos a María si la conocía. Nos dijo que no le sonaba de nada y decidimos ir nosotras mismas a la joyería, ¿quién sabe? Podríamos resolver un crimen… Cogimos la línea 17 del autobús y nos dirigimos a aquella zona de la ciudad, que quedaba a 20 minutos de donde estábamos. Empezamos a pensar, ¿y si el colgante pertenecía a Iván? ¿Habría alguien más involucrado? Seguramente sí… pero en ese momento estábamos demasiado nerviosas para pensar. No nos creíamos lo que hacíamos. Parecía que estábamos en uno de los típicos libros de misterio. Pasados los 20 minutos, llegamos a nuestro destino. Entramos en la joyería y pude observar que el dependiente llevaba el mismo colgante que Sara llevaba en la bolsa. -Buenos días, ¿en que puedo ayudaros? -Dijo el dependiente. -Buenos días, veníamos a preguntar si este colgan… -Sara no pudo ni terminar la frase cuando yo dije -Si tienen algún colgante con rubíes! -Improvisé y dije lo primero que se me ocurrió. Sara y Natalia me miraron extrañadas mientras el dependiente nos mostraba la colección de rubíes. -Tenemos estos de aquí… -nos dijo -Estupendo… voy a hablar con mis amigas a ver si nos decidimos por alguno… -dije yo, y el dependiente entró en una puerta donde ponía “solo personal autorizado”.
Mis amigas preguntaron extrañadísimas a qué vino mi reacción y toda aquella mentira sobre los rubíes. A lo que yo les contesté: -¿Es que no os habéis fijado en el colgante que lleva el dependiente? ¡Es exactamente igual al que llevaba el asesino! Unos instantes después, otro trabajador de la joyería salió al mostrador y nos preguntó si íbamos a comprar alguno de los colgantes que nos había mostrado su compañero. Me di cuenta de que llevaba el mismo colgante también. Le contestamos una mentira y nos fuimos. Sacamos la conclusión de que el asesino podría ser un trabajador de la joyería y recordamos que la madre de María trabaja en una joyería que le hace competencia a esta. Por lo que dedujimos que pudo haber sido un joyero de la competencia quien cometió el crimen. Tras sacar nuestras conclusiones decidimos dar esta información a la policía, y dejarlo todo en manos de los profesionales, al fin y al cabo nosotras solo somos niñas, y no seríamos capaces de resolver un crimen así. Antes de contarlo, cada una hizo sus apuestas sobre quién pensaba que era el asesino. Sara y yo pensábamos que fue un joyero el que asesinó a Eduardo y que debía haber alguna historia detrás. Mientras que Natalia estaba de parte de su amiga María, y estaba convencida de que fue Iván el asesino, y que el colgante fue una simple coincidencia. Una semana después, la policía resolvió el caso y nos dieron un reconocimiento por nuestra investigación, ya que dicen que sin nuestro aporte les habría sido muy difícil investigar el crimen. Finalmente descubrieron que Iván contrató a un grupo de criminales que trabajan en la joyería para que raptaran a Eduardo, lo mataran y lo metieran en una casa de otra zona para evitar sospechas. Además, descubrieron que los criminales que trabajaban en la joyería vendían joyas robadas. Finalmente acabaron todos en la cárcel y Sara pudo volver a su casa antes de lo previsto. Nosotras nos sentimos muy orgullosas de lo que hicimos. ¿Quién iba a decirnos que así de repente resolvimos un crimen? Fue algo que nadie esperaba.
EVA CALVO MUÑOZ
Cuando quise darme cuenta, todo ya había empezado. No sé cómo, pero mis amigas y yo lo descubrimos. Bueno, antes de seguir definiendo mi inexplicable aventura, voy a contaros exactamente lo que ocurrió. Hace un par de días, estaba en el centro comercial con mis mejores amigas Sara y Natalia. Hasta ahí todo bien. Fuimos a tomar un helado y estuvimos comprando ropa en varias tiendas. Lo que ocurrió de repente nadie se lo esperaba. De repente un señor vestido de policía vino hacia nosotras y nos dijo que se había cometido un delito. Las tres nos quedamos boquiabiertas, ¡no habíamos hecho nada! Yo, con las manos en alto y con tono asustado, le dije: -Señor, debe de haber un error, ¡nosotras no hemos hecho nada! -¿Es alguna de vosotras Sara García Espinar? -Si, soy yo -dijo Sara asustadísima -Deben acompañarme. En ese momento pensé, ¿y si este señor no es policía de verdad? Pero la duda se me quitó al ver el coche que tenía con otro agente dentro a la salida del centro comercial. Las tres subimos al coche de policía y nos dirigimos a comisaría. Por el camino, preguntamos: -Disculpe, ¿podría decirnos el motivo por el que vamos a comisaría? -Sentimos darte esta noticia, Sara, pero resulta que ha habido un caso de asesinato en tu domicilio. -dijo el policía. -¡¿Cómo?! ¡¿Qué?! No puede ser… -dijo Sara sorprendida y triste al mismo tiempo. Natalia y yo la abrazamos sin decir una palabra que pudiera interrumpir sus sollozos. Pasaron unos minutos que parecían horas y por fin llegamos a comisaría. Allí estaba la familia de Sara, pero todos estaban bien. Sara corrió a abrazarles, y dijo: -No lo entiendo, ¡estáis todos bien! Pero… ¿de qué asesinato habla la policía? Nos explicaron los sucesos. Lo ocurrido fue que mientras el hermano de Sara estaba con sus amigos y sus padres estaban comiendo fuera, se encontró el cadáver de un hombre en el salón de la casa de Sara. Se demostró que ningún miembro de la familia de Sara era culpable, pero que debían trasladarse a otro lugar para vivir mientras se registraba la casa. Nos dieron algunos datos de la víctima. Al parecer, era un señor de mediana edad que residía en un barrio algo alejado llamado La Bombarda, había fallecido por un fuerte golpe en la nuca, podía haber sido estrangulado y su nombre era Eduardo Pérez. Al parecer, no podrían llevar a cabo la investigación hasta un mes después por unos
problemas de la organización policial, pero la casa deberá seguir cerrada hasta dar con el fin del caso. Pasó una media hora y los padres de Sara estaban rellenando datos y formularios con la policía. Mientras tanto yo le dije a mis amigas: -Increíble, un día cualquiera te dicen así de repente que ha habido un asesinato en tu casa, me gustaría saber cómo ocurrió el crimen y quién sería el asesino… Bueno, ¿cómo lo llevas Sara? -Sinceramente, no lo llevo nada mal. Cuando me dijeron que había habido un asesinato en mi casa ¡creí que había muerto alguien de mi familia! Ese fue el peor momento de mi vida, pero cuando ya vi que quien ha muerto ha sido un tal Eduardo Pérez, ya todo me da igual. Aunque sí que es cierto que sería interesante saber cómo ha sucedido el crimen… -dijo Sara más tranquila. -Eduardo Pérez… Eduardo Pérez… -se repetía Natalia pensando en voz baja. -¡Eduardo Pérez!¡De la Bombarda! ¡Claro! -Exclamó Natalia -¿Qué? -dijimos Sara y yo al unísono -¿Recordáis a mi amiga María? La que vive en la Bombarda. Sara y yo asentimos con la cabeza. -Bien, pues recuerdo que su madre trabaja con un tal Eduardo Pérez, porque hace un par de semanas estuve en su casa con ella y vino un Eduardo Pérez a trabajar con su madre. Yo hablé con él, y era muy majo. -¿Eres consciente de que no hay un único Eduardo Pérez en el mundo? Puede que este sea un Eduardo distinto y no el que tú conocías de la bombarda. -dijo Sara. -Ya pero vosotras mismas habéis dicho que sería increíble resolver el crimen, ¡pues pidamos información a mi amiga María! No perdemos nada. -dijo Natalia -Bueno, si tanta ilusión te hace… no perdemos nada. -dije yo. Así que Natalia cogió su teléfono y llamó a su amiga María. Mientras tanto, llegaron los padres de Sara con el permiso para volver a casa, bueno más bien para buscar una casa. Podrían pasar a recoger sus cosas a casa acompañados de un policía, y después se quedarían en casa de su abuela hasta nuevo aviso. Se fueron en un coche de policía, y Natalia y yo nos fuimos en autobús hacia casa. En el autobús, Natalia me contó algo que no me esperaba… ¡Era ese Eduardo Pérez! ¿Quién iba a creerlo? Justo mi amiga conocía al hombre asesinado en la casa de Sara. Al parecer la madre de María tenía mucho contacto con él y eran muy amigos. Obviamente ahora están destrozados por lo ocurrido, pero sospechan de alguien que pudo cometer el asesinato. La historia es brevemente así, Lidia, la esposa de Eduardo Pérez, era
novia de Iván. Iván era un loco que también vive en la ciudad y aunque siempre había tenido celos de Eduardo por salir con Lidia, su exnovia. Iván nunca había presentado ninguna agresión física a Eduardo, aunque le tuviera mucho odio, jamás le había tocado un pelo. La sospecha de María y de su madre era que Iván tenía un gran odio acumulado por Eduardo, y ha acabado ideando un plan para acabar con él. -Esto es increíble… Vamos a llamar a Sara y se lo contamos -le dije a mi amiga. Llamamos a Sara y le contamos toda la información que obtuvimos. Ella nos dijo que estaba recogiendo sus cosas en su habitación y que cuando bajara al salón intentaría echar un vistazo para ver cómo había quedado el lugar del crimen. Quedamos que al día siguiente nos veríamos en la cafetería de la esquina para tomar algo y charlar. Al día siguiente Natalia y yo nos llevamos una gran sorpresa… ¡Sara había encontrado un colgante! El colgante que trajo Sara estaba tirado en el suelo de su salón y pudo cogerlo rápidamente sin que el policía se diera cuenta. Seguramente pertenecía al asesino. Lo inspeccionamos y nos pusimos guantes para no dejar huellas en él. Pudimos observar que estaba hecho en un una joyería de la Bombarda, y preguntamos a María si la conocía. Nos dijo que no le sonaba de nada y decidimos ir nosotras mismas a la joyería, ¿quién sabe? Podríamos resolver un crimen… Cogimos la línea 17 del autobús y nos dirigimos a aquella zona de la ciudad, que quedaba a 20 minutos de donde estábamos. Empezamos a pensar, ¿y si el colgante pertenecía a Iván? ¿Habría alguien más involucrado? Seguramente sí… pero en ese momento estábamos demasiado nerviosas para pensar. No nos creíamos lo que hacíamos. Parecía que estábamos en uno de los típicos libros de misterio. Pasados los 20 minutos, llegamos a nuestro destino. Entramos en la joyería y pude observar que el dependiente llevaba el mismo colgante que Sara llevaba en la bolsa. -Buenos días, ¿en que puedo ayudaros? -Dijo el dependiente. -Buenos días, veníamos a preguntar si este colgan… -Sara no pudo ni terminar la frase cuando yo dije -Si tienen algún colgante con rubíes! -Improvisé y dije lo primero que se me ocurrió. Sara y Natalia me miraron extrañadas mientras el dependiente nos mostraba la colección de rubíes. -Tenemos estos de aquí… -nos dijo -Estupendo… voy a hablar con mis amigas a ver si nos decidimos por alguno… -dije yo, y el dependiente entró en una puerta donde ponía “solo personal autorizado”.
Mis amigas preguntaron extrañadísimas a qué vino mi reacción y toda aquella mentira sobre los rubíes. A lo que yo les contesté: -¿Es que no os habéis fijado en el colgante que lleva el dependiente? ¡Es exactamente igual al que llevaba el asesino! Unos instantes después, otro trabajador de la joyería salió al mostrador y nos preguntó si íbamos a comprar alguno de los colgantes que nos había mostrado su compañero. Me di cuenta de que llevaba el mismo colgante también. Le contestamos una mentira y nos fuimos. Sacamos la conclusión de que el asesino podría ser un trabajador de la joyería y recordamos que la madre de María trabaja en una joyería que le hace competencia a esta. Por lo que dedujimos que pudo haber sido un joyero de la competencia quien cometió el crimen. Tras sacar nuestras conclusiones decidimos dar esta información a la policía, y dejarlo todo en manos de los profesionales, al fin y al cabo nosotras solo somos niñas, y no seríamos capaces de resolver un crimen así. Antes de contarlo, cada una hizo sus apuestas sobre quién pensaba que era el asesino. Sara y yo pensábamos que fue un joyero el que asesinó a Eduardo y que debía haber alguna historia detrás. Mientras que Natalia estaba de parte de su amiga María, y estaba convencida de que fue Iván el asesino, y que el colgante fue una simple coincidencia. Una semana después, la policía resolvió el caso y nos dieron un reconocimiento por nuestra investigación, ya que dicen que sin nuestro aporte les habría sido muy difícil investigar el crimen. Finalmente descubrieron que Iván contrató a un grupo de criminales que trabajan en la joyería para que raptaran a Eduardo, lo mataran y lo metieran en una casa de otra zona para evitar sospechas. Además, descubrieron que los criminales que trabajaban en la joyería vendían joyas robadas. Finalmente acabaron todos en la cárcel y Sara pudo volver a su casa antes de lo previsto. Nosotras nos sentimos muy orgullosas de lo que hicimos. ¿Quién iba a decirnos que así de repente resolvimos un crimen? Fue algo que nadie esperaba.
EVA CALVO MUÑOZ
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